cuento2 : El reloj de arena

 El reloj de arena

En un pueblo donde el tiempo parecía no pasar nunca, vivía Elías, un anciano relojero que construía relojes que nadie compraba. Los habitantes estaban convencidos de que el tiempo era una ilusión, y preferían vivir sin preocuparse por él.

Un día, una niña llamada Alma entró en la tienda. No quería un reloj común, sino algo que pudiera detener los momentos felices y acelerar los tristes.

Elías, conmovido por la inocencia del pedido, trabajó durante semanas. Finalmente, le entregó un pequeño reloj de arena con vidrio azul. “No detiene el tiempo, pero te ayudará a entenderlo”, le dijo.

Alma lo giró y observó la arena caer lentamente. Cada grano brillaba como si contuviera un recuerdo. Pronto descubrió que cuando lo usaba en momentos tristes, podía ver destellos de futuros mejores. Y en los felices, los granos brillaban con el eco de las risas pasadas.

Con el tiempo, Alma se convirtió en la única que realmente valoraba cada instante, y enseñó a otros a hacer lo mismo. El relojero murió tiempo después, pero en el centro del pueblo quedó una estatua suya, con un reloj de arena en las manos.

Desde entonces, el tiempo no dejó de pasar en el pueblo. Pero ya no era enemigo, sino un compañero.





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