Cuento 11: La Ciudad que se Borraba
Había una ciudad donde las calles desaparecían cuando alguien decía una mentira.
No era inmediato. Primero, una grieta en la acera. Luego, una farola que se apagaba. Después, el suelo mismo se volvía niebla.
La gente empezó a mentir con cuidado. Pero seguían mintiendo: por miedo, por vergüenza, por costumbre.
La ciudad se fue achicando.
Nina, una niña curiosa, notó que el parque de su infancia ya no existía. Que la panadería de la esquina era solo un recuerdo. Que el cielo se veía más cerca porque los edificios se habían desvanecido.
Decidió hacer algo impensable: decir toda la verdad.
—Me da miedo la oscuridad —confesó en la plaza.
Una flor brotó entre las baldosas.
—Extraño a mi abuela.
Apareció un banco nuevo.
—Una vez hice trampa en un examen y nadie lo supo.
Una farola se encendió.
Cuanto más decía, más regresaba la ciudad. No perfecta, pero real. Gente comenzó a imitarla. Las calles volvieron, con grietas, con historia.
Y la ciudad aprendió que la verdad no la destruye: la reconstruye.
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